LAS CENIZAS DE DOÑA GENOVEVA

                                                                                               A mi hermano Jorge Román.

    – ¿Compadre qué le pasa? –inocente de mí pregunté. Noté que sus ojos reflejaban algo más que dudas. Era como un miedo interior que le hacía hasta sudar. Su frente brillaba más que sus ojos vidriosos por el alcohol. Era tal su hedor que si le acercaba una cerilla prendería como un tragafuegos. Le miré a los ojos y sentí que algo le carcomía en su interior, más que dolor era pavor. Su silencio se hacía eterno.Continue reading