DONDE LA LUZ BRILLA

DONDE LA LUZ BRILLA

            Caminé durante un buen rato. Había anochecido y estaba muy oscuro. Podía ver unas luces a lo lejos. Era una casa a un lado del camino. Me había prometido muchas veces no transitar al atardecer por terracerías, pero siempre se me olvidaba. Nunca me había pasado nada, gracias a Dios, pero siempre suele haber una primera vez. Mi viejo coche se averió en mitad de la nada y, para colmo de males, el suelo estaba encharcado y resbaladizo. Debía de haber caído un aguacero recientemente. Se escuchaba ladrar a unos perros a lo lejos. Rezaba para que estuvieran atados. Ya no estaba tan ágil como para zafarme corriendo de ellos. Siempre había pensado que debería llevar una buena estaca en el coche, pero aún no había encontrado el momento de echarla.

            Había gente en la casa. Estaban preparando la cena. Olía muy rico y yo ya tenía hambre. Ojala fueran amables y me ofrecieran un plato de comida. No me haría de rogar. Los perros estaban amarrados con gruesas cadenas. Eran tres mastines, un macho, una hembra y su cría. Me recordaron a mi añorado perro, Jaspe. Me acerqué a la casa y aldabeé la puerta. Me extrañó mucho que ya no ladraran. Insistí, pero nadie contestó. Les veía, a través de la ventana, como seguían a lo suyo sin prestarme ninguna atención. No escuchaban ni mis voces ni mis aporreos. Parecía como si no fuera con ellos. Pensé que por miedo, no me hacían caso. Me alejé de la casa y seguí caminando. Debieron de pensar que un hombre solo, a esas horas, no les podía traer nada bueno.Continue reading