A pesar de todo lo que tú hiciste, yo ni me preocupé. Lo di todo por bueno. Todas aquellas cosas que me hirieron, ahora son sólo vagos chismes, que hacen que mis historias sean más interesantes cuando los platico. Los entremezclo con otras vivencias y así los diluyo. Todo, lo que pudo haber sido, sólo es parte de un algo que ya no tiene ni origen y menos final. Siento que sólo te hayas convertido en esa triste, pero divertida anécdota que los hombre contamos cuando nos reunimos con los amigos y no sabemos ni que contar para matar ese tiempo que nos sobra y que a nadie interesa salvo a nosotros mismos cuando nos oímos. Con los años ya disfrutamos más con lo que añoramos que con lo que hacemos. Fíjate bien en esto, de jóvenes nos gustaba más vivir las experiencias que escucharlas. Éramos seres libres que nuestro mayor reto era el deseo de probarnos cada día que éramos invencibles. Procurábamos hacer locuras y cuando las habíamos vivido, cerrábamos lo ojos y las revivíamos para luego olvidarlas. Las dejábamos diluirse y comenzábamos a elucubrar cuáles iban a ser las siguientes. Recuerdo alguna noche de luna llena conducir por las carreteras de la sierra con las luces apagadas. Dejando que la luna nos iluminara el camino y nos dieramos un buen chute de adrenalina que recorría todo nuestro cuerpo. A veces saltábamos una valla y separábamos alguna vaquilla brava y la dábamos algunos capotazos bajo la atenta mirada de la luna y las estrellas. Los cuernos nos pasaban cerca del escroto, a veces el pelo del animal rozaba nuestro pene que se enervaba. Nos sentíamos dioses retando al mítico Tauro. Eran años de locuras, de alcohol y nicotina. Las drogas como la marihuana, la cocaína, el LSD o el hachís no nos atraían. Eran de gente débil que no aceptaba el mundo como era en realidad. Necesitaban evadirse y crearse otro mundo donde dar cabida a su manifiesta inmadurez. Eran los hijos del rockandroll. Nosotros éramos rebeldes, pero más autóctonos. Éramos de vino en viejas tascas y de baile en verbenas. No nos gustaban las discotecas ni las niñas pijas. Éramos de esa clase de jóvenes que sobrevivía entre libros de poesía y canciones de cantautores, la mayoría de izquierdas, no había de otros. No compartíamos su visión del mundo, pero si sus canciones. Éramos los extraños los que no teníamos tribu. Los que vagábamos como lobos entre los amanerados rebaños que a los bastardo hijos de la luz les gustaba acrecentar para poderlos domeñar y encauzar hacia donde ellos querían que llegaran. Hasta allí nosotros nunca llegábamos. Éramos los chicos raros a los que nadie extrañaba salvo sus padres. Éramos la cara oculta esa a la que nadie veía ni prestaba atención. Recuerdo lo feliz que nos hacía encontrar a otros parejos a nosotros en aquellas largas noches de alcohol y tabaco. Al reconocernos nos fundíamos en fraternos abrazos y nos consolábamos al ver que no éramos muchos, pero si muy auténticos. Éramos solitarios y seguimos siéndolo. Nada nos ata y menos una vida que no hemos creado a nuestra semejanza. Nada nos hará ser como el rebaño. Huíamos y aún huimos de ello y buscábamos y aún seguimos buscando en los olvidados libros esas fuerzas que nos ayudaran a seguir viviendo y deseando vivir una larga y fructífera existencia. Así que no temas, nada contaré de ti. Olvidé hasta tu nombre. Me liberé de cada una de las palabras que incrustaste en mi alma. Palabras que hicieron que me brotara la tibia sangre y afluyera a mi boca que se impregnó de la pastosidad de la amargura. Sólo un trago largo me dulcificará y enjuagará el fatuo recuerdo. Así dejaré que se vaya y se volatilice entre los cenagales donde nada crece salvo la retama y los arbustos que nadie quiere y menos los pájaros que ni en ellos anidan. Sé que todos te recordarán como quien fuiste. Esa que me secuestro un breve tiempo de mi vida, pero que todos apostaban que no te aguantaría. Tranquila nunca dije nada malo de ti ni nada diré de lo que yo conocí de ti. A nadie le interesa y menos ya a mí. Así que descansa en ese mundo que nada es lo que parece. Hasta tú sólo eres la sombra de lo que añoras ser y sabes que nunca llegarás a ser. Esa es otra historia y yo nunca tuve ganas de contarla. Tal vez otro escribirá lo que tú eres y tal vez te sentirás reflejada. Yo escribí cosas que no eran para ti y las sentiste tuyas. Así que tranquila, ya llegará otro año y otros amantes que harán que te sientas como deseas sentirte. Reina de un mundo imaginario, ese en el que el maquillaje y la burda puesta en escena recrearán todas tus pueriles fantasías. Nada te quedará ni las excusas para poder ser. Nadie te parará, sólo tu inconsciencia y tu inmadurez fueron lo que hicieron que tu mundo naufragara. Tu esposo murió de silencios. Vencido por tus chantajes emocionales y por tus caprichos nuca satisfechos hicieron que se desesperase y se dejó atraer por la plácida muerte. En ella encontró la paz que tú le negaste. Yo huí no quise ser como él. Por si no lo sabes me llevabas por el mismo camino y mis ángeles de la guarda me salvaron. Me dieron la oportunidad de poder escapar y seguir mi camino. Sé que en algo te ayudé, te hice crecer, pero me fui porque tu salvación hubiera sido mi muerte. Aún yo no quería morir y menos por ti, un ser que no tiene corazón para comprender que los corazones solitarios sólo necesitan amor del bueno y de ese tú no tenías ni nunca lo podrás tener. Tu máscara te impedirá siempre ser el otro y para amar uno deja de ser uno para ser el otro. Anochece y esta luna llena me abraza entre los arrullos de una mar casi en calma.